domingo, 2 de marzo de 2014

El ciclo vital

En el reino animal, el ciclo vital es la cadena de acontecimientos primarios anclados al mero hecho de existir, es decir: nacer, crecer, reproducirse y morir. Sin embargo, en este reino humano nuestro, ese ciclo ha sufrido algunas alteraciones.

Por creencia popular, aunque cada vez menos, se tiende a esperar algo de cada ser humano, y ese algo suele, normalmente, desarrollarse en este orden: nacer, crecer, reproducirse. Hasta ahora, aparentemente no hay ninguna diferencia. No obstante, una vez se ha crecido, la sociedad tiende a esperar el siguiente hecho: echarse novio o novia. Lógicamente se asume que el primero o la primera puede no ser en muchos casos la pareja definitiva, pero desde luego sí se espera que haya una.

A menudo oigo a amigos y amigas que buscan a esa pareja definitiva, muchas veces haciendo mención a esta idea colectiva de "encontrar a tu media naranja". Una vez la has encontrado, suele haber un par de pasos anteriores a la reproducción, véase, "arrejuntarse" (o irse a vivir con esa persona) y casarse. Este último cada vez pierde más peso puesto que se acepta más el "vivir en pecado". Irse uno a vivir con su pareja sin haberse casado es cada vez más común, a pesar de que hace tan sólo una o dos generaciones no era así. Como es de esperar, a continuación se sucede el paso de la reproducción.

Desde luego, cabe admitir que como animales, si bien racionales que somos, seamos más proclives a seguir estos pasos. Aunque no veo qué de animal tiene casarse; ahí entra nuestra parte humana racional, emocional, y/o religiosa. Pero, ¿y qué pasa si no seguimos estos pasos?

Muchos dirán que nada, no pasa nada. Pero por alguna extraña razón, aunque no pase nada, se suceden las preguntas. Tengo unos familiares que no han tenido hijos, y al salir el tema con un amigo mío, éste, aunque lo aceptaba, no dejaba de hacer preguntas al respecto. Por lo cual no puedo evitar pensar que en general saltarse uno o varios de estos pasos resulta extraño. En ocasiones incoherente, fuera de lugar, inconexo con la mencionada cadena vital.

¿Por qué? ¿Es que los que no se casan no pueden ser felices? ¿Es que los que deciden tener niños suponen un sacrilegio? Personalmente, no tengo nada en contra ni de unos ni de otros. Siempre se me ha enseñado a respetar a todo el mundo, a comprender que en esta vida hay opciones y que cada uno decide qué vida quiere llevar, por lo que acepto cualquiera de estas posturas. Pero me pregunto, ¿es necesario seguir este desencadenamiento de los hechos? Y aquí, cómo no, es donde alguna vez se cuela el pánico.

En concreto, dos tipos de pánico, que resumiremos en estas dos categorías: los solteros y los emparejados. Bien, algunos solteros le tienen pánico a la soledad. Algunos de ellos piensan que vivirán solos el resto de sus vidas y que no tendrán a nadie con quien compartirlas. Y a algunos esto les aterra profundamente. También da lugar al típico pensamiento de "la vieja con los gatos" y todo tipo de referencias culturales. Los emparejados, y aquí hago una división, los emparejados jóvenes a veces tienen miedo de que la relación que tienen sea "la definitiva", y que ese ciclo vital se cumpla según esos pasos mencionados. Y si vemos la lista, después de la reproducción sólo se menciona una cosa: morir. Por tanto, volvemos otra vez al pánico. En este caso se da lugar al típico pensamiento de "sé me acaba lo bueno" o el clásico "te casaste, la cagaste".

Todo el mundo le tiene miedo a algo. Pero si estamos en la posición soltera, puede que le tengamos miedo a acabar así; mientras que si estamos en la posición emparejada, puede que le tengamos miedo a que nuestra vida siga ya dictada por ese curso. Yo personalmente, no siento a día de hoy la necesidad de casarme. Ni la necesidad de tener hijos. Ni tampoco la ilusión desmedida por ninguna de estas cosas. ¿Me convierte eso en una rara, en una freak? Yo diría que no. ¿Convierte esto a los que están solteros pero no necesitan tener pareja también en unos raros?

Lo que me parece claro es que independientemente de la sociedad en la que vivamos, de la religión que tengamos o de lo que haga nuestro entorno, ante todo y sobre todo hay que ser consecuente y asertivo con el modo en el que queremos llevar nuestras vidas. No se puede juzgar lo que uno no conoce o no ha vivido, y mucho menos criticarlo. Si se es feliz con un determinado modo de vida, habiéndolo valorado, hay que ser consecuentes. Porque no es la sociedad la que va a acabar dictando tu vida, sino tus propias decisiones. La religión es el marco de creencias sobre el que sustentamos un posible punto de vista y unos valores, pero no la vida en sí. Y con respecto al entorno, muchas veces es un entorno temporal, transitorio y sigue siendo un entorno formado por personas que en consecuencia también tomarán decisiones. Por todo esto, desde mi humilde opinión, creo que no se pueden hacer afirmaciones categóricas al respecto de la vida de otras personas, así como tampoco hay que renunciar a esa cadena vital si de verdad es lo que queremos. Y si no la queremos, no hay que forzarse a encajar en ella. Siempre se tiene miedo de algo, pero para mí el éxito consiste en superar ese miedo y saber vivir en consecuencia a lo que uno quiere. 

Y vosotros, ¿qué opináis? 

Abrazos desde Madrid,


Ana